"Pero mientras vacilaba en el borde de la indecisión, en el vacío creado por la ilusión de la fuga, penetró su convicción original de que ante la auténtica maldad -y estaba seguro de que ésta era su perseguidora- abandonar sin lucha era una maldad igual o tal vez mayor. La maldad del fracaso y la cobardía. Uno podía pasarse la vida o infinitas vidas, sin enfrentarse jamás a un ataque como éste, dirigido contra la imagen que un hombre tiene de sí mismo. Mejor perder la vida defendiéndola que huir con el rabo entre las piernas y vivir el resto de tus días como un perro apaleado. Era un mal refugio que no le protegía del desprecio a sí mismo".
Mark Frost (La lista de los siete)
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